Partida.
Parezco una hueona loca abrazada al ánfora donde están las cenizas de mi gato, lloriqueando, porque la verdad es que lo echo tanto de menos.
Cada día, sobre todo a esta hora en que me instalo en el computador varias horas para terminar rápido la pega. A esta hora, era cuando él se instalaba sobre el monitor y desde ahí me miraba, estiraba una pata, olisqueaba el aire, bostezaba, y caía de pronto sobre el teclado para reclamar su caricia; teníamos una breve conversación sobre su flacura, sus canitas q cada día aparecían entre su negro pelaje y lo mucho que lo amaba.
Extraño esa manera en que dirigía su cara hacia mí, con los ojos cerrados, oliendo mi presencia y volviendo a su rollo sabiendo que estábamos juntos. Cuando estuve más triste, su cariño calientito fue mi consuelo, al final, el único amor incondicional q no mide nada es el de los animales hacia su amo.
Por eso lo extraño, extraño tanto su existencia de una manera q escapa a toda lógica. Fueron tantas lágrimas derramadas sobre su pequeña humanidad que hoy siento en el alma, sobre todo, que no hayamos podido compartir la alegría recuperada.
El único consuelo que me queda es que, asi como con mis manos lo ayudé a nacer, abrazados estuvimos la noche en que se apagó lentamente, en un dolor en q seguramente nunca mereció morir.
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